6 de cada 10 jugadores de la NBA acaban arruinados a los cinco años de dejar el baloncesto

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Si la estadística no falla dentro de una década aproximadamente uno de los hermanos Gasol que hoy juega en la NBA, Marc o Pau, estará arruinado, sableando a sus amigos y malviviendo las propiedades que atesoró durante su carrera. Pero las estadísticas están para romperlas, como suelen decir los deportistas, y dudo mucho que los Gasoles se arruinen. No en vano, son  catalanes, con todo lo que ello conlleva en cuanto a excepciones estadísticas.
Pero si eres pobre, negro y con tendencia al derroche, perfil en el que encajan buena parte de los jugadores de la NBA (la primera condición antes de ingresar en la liga, la última durante, la de en medio, siempre), tienes un 60% por cierto de posibilidades de entrar en bancarrota apenas cinco años después de colgar las botas, según las cifras que maneja la Asociación de Jugadores.
El caso del ex deportista (baloncestista o no) en bancarrota se repite con tal asiduidad que ha dejado de ser noticia. En 2009, el que fuera compañero de Michael Jordan en los Bulls de Chicago, Jason Caffey, llegó a empeñar sus anillos de campeón para afrontar sus deudas. Otro tanto le pasó a su compañero Scottie Pippen, uno de los mejores jugadores de la historia, y a punto estuvo de pasarle al mismísimo Jordan, el mejor de todos los tiempos, que amasó una fortuna de 40 millones de dólares y estuvo a punto de dilapidarla en timbas de póker y cochazos.
Póker, cochazos, mujeres y algún que otro vicio inconfesable explican la asombrosa capacidad de los ex baloncestistas para arruinarse a una velocidad de vértigo. Rick Reilly enumera en ESPN diez razones que llevan a los jugadores a malgastar su fortuna. Además de las señaladas arriba hay que destacar rodearse de malas compañías, desde (malos) amigos que te sisan hasta abogados, asesores inmobiliarios y demás fauna de dudosa ética.
Pero si algo resume la trayectoria hacia la bancarrota de ese 60% es su incapacidad para planear el futuro con un poco de sensatez, una inconsciencia que les emparenta con los ganadores de grandes premios de lotería, otros candidatos a la ruina temprana o, cuando menos, a una vida desdichada e infeliz.
La NBA está paralizada ahora por un quítame allá ese 2% entre los jugadores y los propietarios de la franquicia. Se trata de una pelea entre dos lobbies de millonarios que discuten por el chocolate del loro, para muchos sólo supone pagar unas cuantas letras más de su jet privado o, en el peor de los casos, posponer un año su ruina segura.

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